Obra Poética de Conrado Blanco
(2ª parte)
Pensamientos |
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AL PASO PEREZOSO DE LA YUNTA |
El cielo lentamente descorría sus tintas espesas de añil, y momentos después ya lucía clara y bella la luz del abril. Nació el alba, llegó el día, se oyó al ave en su trinar un derroche de armonías, y todo empieza a tomar ese sueño de profunda poesía, ese sueño de profundo bienestar. Por la ancha y vetusta chimenea sale el humo producido por el fuego del hogar: y la gente buena y santa de la aldea con su paso perezoso ya se empieza a levantar. Juan-Miguel, mozo garrido, profundo y sentimental, el mejor de los carreros desde que carros ha habido, en el corazón herido sale triste hacia el corral y suspirando sus quejas, quejas de profundas penas que entristecen su vivir: va sacando la pareja, va poniendo las melenas y acaba por fin de uncir. Entra en casa, no habla nada, hoy sus ojos llorarán, ¡suspira! coge la aguijada... y muerde un trozo de pan. Lleva el alma destrozada, ya no está como antes junta que se deshizo al llorar, y sin rasgar su típica tonada al paso perezoso de la yunta empieza como siempre a caminar. ¡Ya se marcha! ya ha cogido ese sendero que conduce hasta la cumbre del pinar... mas pregunto: ¿Qué le pasa hoy al carrero que no entona como siempre su cantar? ¿qué le pasa que no silba reciamente? que le pasa que en sus ojos brilla el llanto? ¿qué le pasa... que la moza que a su paso ve en la fuente en vez de mirarla como antes riente, la mira cobarde... con ojos de espanto? ¿Qué le pasa al serrano carrero que se pone triste si mira hacia atrás? una voz me dice: escucha, poeta; sigue su sendero, no le dejes solo, que así lo sabrás. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Le sigo: el sol blandamente sus rayos desliza besando el esmeralda del corpulento pino, y mientas las aves con cantos y risas inundan de encantos el verde camino. sonríen las flores, ríen las fontanas, los cristalinos ríos, los frescos aguaceros, las cumbres que pisa, las campiñas lejanas, las tranquilas majadas del otero, todo, ríe alegremente en la mañana, ¡la única tristeza! ¡la lleva el carrero! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Al sitio del cargue la yunta ha llegado, un profundo suspiro la yunta para, y el carrero de entre el pecho robusto y encarnado saca un retrato de muy linda cara, su corazón de pasión se inflama, lo mira, lo besa y tristemente llora, mientras en la torre de la aldea lejana la lengua broncínea y sonora de la vieja campana... anuncia una boda... ¿De quién es la boda? ¡Es de Ana María!, la única novia que tuvo el carrero, lo que más en el mundo él quería y hoy se lo roban por un poco dinero; y el carrero que es bueno, el carrero que es santo porque es castellano, ¡basta esta razón! se enjuga el doliente y sincero llanto y eleva a lo alto esta santa oración. |
Adiós, guapa Ana María, la más pura y más lozana de toda la serranía de la sierra castellana. La que en los días festivos luciendo tu saya maja de terciopelos prendíos, recibías los suspiros de los mozos en la plaza. La que siempre en mí valías como la más cara prenda..., que ni tocarte quería cuando ibas de romería conmigo sola a Revenga Y aunque tu grande belleza tal pasión en mí encendía; y aunque paece que quería quitarme a mí la nobleza y a ti, guapa Ana María, el cristal de tu pureza, ya sabes que yo vencía esa pasión tan ardiente que el corazón me ha abrasao; y antes, guapa Ana María, como hombre "güeno" y honrao quise perderte pa siempre que tu honor haber manchao. ¡Pero vas a ser de otro, guapa Ana María, la campana ya dobla tu unión, la campana que nubla mi alegría y anuncia mi muerte con su alegre son; pero juro por el amor que te di, por las flores que sembré en tu huerto, por el honor que defendí, que antes que vivir sin ti prefiero separar mi cabeza del cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¡Dejó caer una lágrima al suelo, y muy rápidamente se santiguó mirando al cielo y besó a los bueyes en su franca frente! se tumbó sobre el carro, y suplicante ¡miró a lo alto con mirada santa! ¡y con un cuchillo de acero muy cortante se atravesó de un solo golpe la garganta! Ni un gemido salió de aquella herida que me llenó de inconfundible espanto, y al mirarle, talmente parecía la cara bendita de un santo con sangre de amor esculpida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El sol se nubló rápidamente, las aves dejaron de cantar y el agua cristalina de la fuente que riega la alfombra del pinar, corría, corría mansamente sin atreverse a murmurar. Y los arroyos que se deslizaban ha poco muy despacio hacia el Arlanza, corrían, corrían y gritaban pidiendo venganza; la tierna zagala no reía, suspiraban los viejos pastores que saben lo que es una herida de viejos amores, y en la verde pradera de la Guía secábanse las flores. ¡Y hasta los gaiteros que llamaron, y que para tocar en la boda vinieron, cual si Dios lo hiciese, no tocaron que enfermos los tres se pusieron: ya todo mostraba tristeza, ya nada mostraba alegría, que hasta del monte su inmensa belleza, con profunda queja el cielo nublado escondía; y el día corría, corría... la noche empezaba a llegar, y nada sobre ella se veía... ¡que la luna no quiso alumbrar! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¡Y así, toda la tristeza junta, en silencio empezaba a rezar, por el que al paso perezoso de la yunta supo al amor de su vida consagrar! |
NOCHE DE CASTILLA |
La noche de invierno, sin luna ni estrellas reune a los viejos allá en la casilla: cae lenta la nieve, que cubre las huellas de los que labraron la parda Castilla. De aquellos ancianos que se reunían como castellanos nobles amigos y en aquellas noches sólo discutían de yeros, cebadas, avenas y trigos. Unos comentaban nubados pasados, otros recordaban terribles sequías, y todos, lloraban perdidos ganados, pedriscos, pesares que siempre dejaron a humildes hogares sin pan ni alegrías. Así recordando lloró el más anciano; |
y cuando su mano secaba su llanto, llanto de chiquillo, sonó muy lejana la vieja campana del viejo castillo. ¡Qué triste es su acento! Parece un gemido que nos trae el viento. La vieja campana que suena lejana, une su lamento al de los ancianos que, con emoción, elevan sus manos, señalan la cruz y musitan leves devota oración. ¡Sin flores el campo! ¡El cielo sin luz! |
A GABRIEL Y GALÁN De tu pensamiento brota esta nostalgia, ella busca el eco de tu excelsa voz, en la lira dulce de inmensa fragancia que sin poda alguna, fue buscando a Dios. Ella a mucho tiempo, vive con tu idea, con la idea buena que forjó el hogar... que cantó tus versos con sabor de aldea, que cantó tu vida con limpio cantar. Pero mi nostalgia, que es nostalgia de oro, viendo se retrasa lo que tú has cantado, tiene ya un consuelo, ¡Divino tesoro!... que en tu verso manso se ha inmortalizado. Y cuando contemplo que el tiempo desliza sin tener hogar en mi soñada aldea, no me causa espanto verlo tan deprisa: que antes lo imposible de mi primavera sé decir a mi alma, con tu voz sumisa ¿Dios así lo quiso? Pues ¡bendito sea! |
TE QUIERO CANTAR Florida, verdosa, lozana pradera, que sirves de margen al verde pinar, con lentos compases mi alma sincera, verdosa pradera, te viene a cantar. Pradera en que sueñan querer los amantes respirando esencias de tus lindas flores, y cuando el cielo prende sus diamantes finges otro cielo con sus mil colores. Pradera cantada por viejos poetas con dulces canciones que tienen sabor de frescas sonrisas y suaves saetas, con cantos de alondra y de ruiseñor. Sigue así risueña, florida pradera, sirviendo de margen al verde pinar; que al llegar tu vida que es la primavera, con lentas cadencias mi alma sincera, florida pradera, te habrá de cantar. |
EL ENTIERRO Por la triste calleja aldeana lentamente el entierro va pasando; sólo se oye el gemir de la campana y el rezar que la gente va llorando. _¡ Son diez años!_ murmura una vieja_, diez años tan guapos como el mismo sol... la tarde acabando suspira y se queja... y mientras, oscila la luz del farol. Las cuatro paredes y la cruz de hierro las borra la noche con su oscuro manto. y a la luz de las velas va entrando el entierro en el silencioso y triste camposanto. Las dos hermanitas depositan flores en el lecho eterno de su amada hermana: suenan hondos besos, mientras los clamores en la vieja torre dice la campana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Arriba en lo alto una nube se inflama, deshace en silencio su líquido velo, caen menudas gotas... y la gente exclama: ¡Ya siente la noche! ¡¡Ya ha llorado el cielo!! |
Es el atardecer de un bello día, el sol se oculta ya hacia su poniente, la noche con su suave poesía entre sombras se siente, lo mismo que se siente la armonía del cristal de un fuente. Abajo, sobre el fondo muy lejano pasa un río, amplio y hondo, suave y frío. Más arriba, abruptas peñas color ocre y ambarino, junto a secas muertas leñas de un gigante y raro pino |
Más allá se eleva un haya donde empieza espeso el monte, más allá... ¡todo se calla!... que está solo el horizonte . . . . . . . . . . . . . Ya la noche ha coronado con su tétrico telón y las sombras han borrado... ¡la bella decoración! FIN |
¡Y ME DA MUCHA PENA! Si la dejas llegar a esta casa, yo te juro, madre, que me planto en la puerta y no pasa: te cuadre o no te cuadre; que mi hermana ya no es hija tuya, que dejó de serlo cuado se marchó y la culpa negra de la mancha suya pa mayor desgracia la hi pagao yo. Que han sío seis años pasaos a la sombra suspiro tras suspiro y queja tras queja, sin más distracciones pa mi pena honda que mirar la luz tra la estrecha reja; que estoy recordando cuando entre los mozos con mis propias garras maté al criminal, y si me la pones delante los ojos temo que con ella pueda hacer igual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Déjala que viva, déjala marchar, vuelve, madre, a vivir como ayer; que en la oscura cárcel aprendí a llorar, ¡y me da mucha pena... tener que volver!
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ayer__________________
¡También yo lloré ayer! Comprendo que tu pena es honda, pero fue por tu querer; hoy no puedo lavar tu deshonra... sigue llorando, mujer!
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Y VISTE COMO ISABEL |
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Serrana de Quintanar, la de los largos cabellos, la del humilde mirar con ojos grandes y bellos; la de la cara morena, la de los labios de grana la de la sonrisa buena., porque es sonrisa serrana; la del cuello ardiente y rojo, como sangre de honda herida la que tienes loco a un mozo que por ti diera la vida. La que esbelta
cual palmera que crece al lado de un río está alegre en primavera y está triste en el tardío. Tú, que en estas serranías haces vivir armonías que heredaste de tu raza, quítate esas porquerías ¡y corre a vestirte a casa con lo que antes te vestías!
Y di a tus padres, que quieren con
seda y lujo adornarte buscando
así un gran señor; ¡que
contigo no naveguen, que es
peligroso cambiarte de
mar y rumbo el amor!
Que si ellos felices fueron sembrando
el pan que comieron y el que a
ti te alimentó, igual que
ellos lo sembraron y como
ellos lo arrancaron lo
arrancaremos tú y yo.
Pero vete pronto a casa, vete a
ponerte esa falda de humilde
y limpio percal, que cuando
con ella pasas al campo,
a la luz del alba, me pareces celestial; y ponte
charros pendientes, y quítate
esos anillos
|
y hasta
las perlas de oriente tienen
celos de tus ojos.
Vístete así, serranita, deja ese
lujo banal que
no hay rosa más bonita que una
rosa al natural.
Y, una rosa como tú, nacida
para adornarla con los más
santos amores, es ridículo
adornarla con
papeles de colores.
Vuelve a tu vida de ayer, y en que
ésa sea mañana cifra tú
todo tu afán: que es muy
bello ser mujer, pero
mujer... como “El Ama” del buen
Gabriel y Galán.
Verás así que dichosos Nos
sentiremos los dos Al comer
el pan sabroso Que gana
el honrado esposo con el ayuda
de Dios. "
Verás cuando en primavera a la del
alba partamos camino la
sementera que los
dos juntos sembramos, qué
felices nos sentimos al ver el
trigo crecer, y verás cómo
vivimos densa vida
de placer.
Y oirás la canción sentida con que pájaros
cercanos anuncian la
fértil vida de nuestros
campos serranos.
Y verás desde la altura los rojos
rayos solares mandar con
paz y dulzura calor para
tu llanura y luz para tus
pinares. |
Y tras penas endulzadas por tiernas
coplas cantadas, se
convertirá el tesoro de nuestras
tierras labradas en maduros
mares de oro.
Oro que las arcas llena representando
un sudor un trabajo
y una pena que en él
dejó el sembrador; pero que
quita otra pena que por ser
de hambre es mayor.
Ya verás cuantas canciones a la orilla
del Arlanza, despertándonos
pasiones nos cantará
su agua mansa.
Ya verás esa mañana de alegre luz otoñal. qué dicha
hay en la fontana que bajo
el verde brezal con voz
mimosa declama un sentido
madrigal; y cómo su
agua ambarina por cima
el césped verdoso cantara
una sonatina con suave
acento mimoso.
Y ante ti, cantará todo lo
existente en nuestra tierra; que hay de
liras un tesoro que hacen
sonora a la Sierra.
Conque ya sabes, serrana; y además
de la mañana te cantará
este poeta con aquél
sentido acento que deja a
merced del viento cuando tu
dicha es completa.
Pero vete pronto a casa, corre ya,
que el tiempo pasa, y quítate
esos pendientes y esos
trapos relucientes que pone
en duda las famas; vete ya,
flor del vergel a vestir
como Isabel... puesto que
Isabel te llamas. |
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