POESÍAS DE PAUSILIPO OTEO GÓMEZ

El Rio Lobos

El Maestro de Orillares 

Cuando estaba de pastor

Pretendiendo hurtar un conejo

Las bellezas de mi pueblo

Al Santo Cristo de Miranda

El timo de "la estampita"

La pistola y el cabrero                

Tres poesías de otro estilo

Clic abrir foto de Pausilipo  

Semblanza de este poeta autodidacta

        Pausilipo Oteo reside desde hace muchos años en la ciudad de Gerona con su esposa. Cuando se jubiló en su trabajo como funcionario del Estado, comenzó a escribir poesías sobre los hechos de los que guarda memoria, o por él vividos cuando era adolescente en su pueblo: Santa María de las Hoyas, Soria, (en cuyo término está parte del "Cañón del río Lobos"); donde también tiene casa abierta, lo que le permite no perder el contacto con los parajes de su entorno, a los que conoce y ama profundamente. Así se constata en sus composiciones, que musicaliza en estrofas bien rimadas. Pausi es un poeta autodidacta  y de sentimiento, no sólo cuando escribe poesías como la de "EL MAESTRO DE ORILLARES", sino en su vida diaria. También se manifiesta en la faceta de gran radiestesista que es, la extremada sensibilidad innata que posee.

        La poesía de Pausi nos habla de vivencias, pero no es nostálgica... Narra los hechos tal cual los tiene en la memoria; sin fantasear, pero sabe adornarlos con imágenes llenas de color y vida (con una chispa de humor), de modo que nos transporta al instante y lugar que describe con maravillosa sencillez. Hace que nos sintamos presentes y expectantes de sus vivencias y recuerdos  de adolescente... Si se decidiese a escribir sus memorias, sería un libro de éxito, lleno de aventuras en las que después de vivir momentos de riesgo, por su ingenio, de todas ellas sale victorioso.

        Tiene dos hijas casadas y cuatro nietos, a los que seguro, dedica todo el tiempo que puede a inculcarles el amor que él tiene a la Sabiduría y en particular, "a su tierra soriana"... sin que ellos se den cuenta...

  Ir arriba  

 Dedicado al RIO LOBOS reserva de la

Naturaleza de Castilla-León

Autor:   Pausilipo Oteo Gómez

    Río Lobos, Río Lobos

tus recuerdos me son gratos

los parajes que tú encierras

nunca yo podré olvidarlos.

 

     Desde la "raya de Hontoria"

tú te vas desperezando

y llegas hasta el Ucero

entre altísimos peñascos.

 

     En tus aguas cristalinas

de "las Fuentes" para abajo

abundaban los cangrejos,

truchas finas y los barbos.

 

     Aguilas, zorros y buitres,

tejones, buhos y grajos

campean en ti a sus anchas

por tus cuevas y picachos,

donde la mano del Hombre

todavía no ha llegado.

                    - II -

     Se cuenta de boca en boca

otrora tiempos pasados

que los lobos a los pueblos

muchas veces han llegado;

y que la "tiá Valentina"

al venir de San Leonardo

para quitarlos de encima

la romana iba chocando.

 

     Hoy, se ha perdido el sabor

de la aventura de antaño;

pensar en tu "Encuartadero"

cuando subían los carros;

las voces de los carreros

a las mulas achuchando

al mismo tiempo que ellos

iban también empujando.

                      - III -

     Las tormentas por la noche

si en la cueva estás metido

es algo, que ni a soñar

nunca lo hubieras creído.

 

     Es un constante los truenos

por el eco repetido

que hace pensar a cualquiera

lo inmenso del Infinito.

                     - IV -

     Desde "la Charca del Dengue"

se ve "Castillo Villío",

con sus ruinas milenarias

que más de cuatro han querido

rebuscar en sus entrañas

porque los viejos han dicho

que esconde ricos tesoros

de romanos y moriscos.

    De "la Fuente del Rincón

a lo alto del Castillo

dicen, que no ha mucho tiempo

se veía un pasadizo,

por donde el agua subían

cuando estaban en peligro.

 

     Caminando río abajo

vigilado por los riscos

llegamos a "San Bartolo"

la ermita que el Temple hizo,

por el año mil doscientos

según se lee en los libros.

 

Los Templarios la llamaron

"San Juan de Otero" al principio

y hoy, San Bartolomé

por todos es conocido.

 

     Las gentes de sus contornos

y de muy lejos venido

el veinticuatro de Agosto

allí se ven reunidos

para celebrar su fiesta 

entre las rocas y el río.

 

     La gran cueva que hay al frente

llena está de pasadizos

y que allí los iniciados

juramentaban su oficio

como monjes y soldados

para rezar y hacer guerra

a Mahoma y a sus hijos.

                      - V -

     A los pies de "La Galiana"

termina tu recorrido

y te entregas al Ucero

entre campos labrantíos.

 

     Atrás dejaste tu gloria

como soldado bravío

entre altísimos peñascos

ya has llegado a tu destino.

 

     Eres "RESERVA NATURA"

lo tienes bien merecido.

Las maravillas que encierras

en todo tu recorrido

no han dejado de alabarlas

todo aquel que ya te ha visto.

Por eso, desde estas líneas

A TODOS YO LES INVITO

QUE VENGAN A RIO LOBOS

Y SERÁN BIEN RECIBIDOS.

 

                    FIN

 

Gerona, Marzo de 1.998  

  Ir arriba  

  "EL MAESTRO DE ORILLARES"

( Sobre un suceso en Julio de 1.936 en un pueblo de Soria)

          Entre las cabras y ovejas

tres años yo me he pasado;

fueron los tiempos de guerra

de sustos y sobresaltos.

 

           Los huidos se veían

por los montes y sembrados

con hambre y sed de Justicia

y arrastrando sus harapos.

 

           Muchos salieron un día

de sus casas camuflados,

pensando todo sería

en poco tiempo acabado.

 

           La camioneta fantasma

daba vueltas sin descanso

y los siniestros estaban

intranquilos y acosados;

siempre con un ojo abierto

para evitar ser cazados.

             ******

           Al Maestro de Orillares

la casa le rodearon;

era joven y forzudo

y dando un felino salto,

quiso escapar. 

Allí estaban  los "Falanges"

con el fusil apuntando.

 

            Le obligaron a bajar

porque se subió al tejado

él, que quería escapar,

si los pilla descuidados,

por barrancos y laderas

a los picachos más altos;

donde vuelan las rapaces

y el cielo se ve más claro.

          Antes de morir sufrió

un verdadero calvario.

Salen a la carretera,

le dicen: "¡Andando!

¡Delante la camioneta,

no te vayas a los lados;

que te pegamos dos tiros

dejándote aquí tumbado!"

 

            Así le llevan corriendo

más que correr... galopando.

Su corazón no resiste.

Sus piernas están temblando.

Ya llegan a "la Somaílla";

el pinar se va espesando...

prueba suerte...

y con un un salto

que más parece

el que dio un día Alvarado,

sale de la carretera

y más que correr, volando

se mete entre las estepas

pensando que está salvado.

 

         Los que hay en la camioneta 

todos están disparando;

ya no se puede mover,

ya todo se ha terminado.

 

           Los falangistas se marchan

dando "¡Vivas!" y cantando;

sin pensar que atrás se dejan...

¡muchos ojos sollozando!

 

                   FIN

Gerona, Febrero, 1.988  

  Ir arriba  

Cuando estaba de pastor

Donde se da cuenta puntualmente de cómo se le quitó la gabardina al americano, para después, con ella ir a robar las ciruelas al Pedrito

Autor: Pausilipo Oteo Gómez

                - I -    

Esta divertida historia

entre el Nicanor y yo

se llevó a cabo y es cierta

cuando estaba de pastor.

 

      Nuestra vida era el descanso

entre el Pico y el Cañón;  (1)

siempre buscando aventuras

siempre buscando emoción.

 

      Las ovejas y las cabras

pasto abundante tenían

en verano por la noche

su caídero ya sabían.

 

      Estando en algunos puntos

a la hora de rigor

se las manejaba bien

daba gusto ser pastor.

 

      Se guardaban ellas solas

la mayor parte del día;

nosotros con trece años

no parábamos de "urdirla".

                - II -

      Un día estando en el Río

antes de salir el sol

pasó cerca de nosotros

un apuesto pescador.

 

      Nos lo quedamos mirando

con muchísima atención

pues la ropa que llevaba

nos llenó de admiración.

 

      En todos aquellos pagos

nunca tal cosa se vio:

el gabán blanco sin mancha

que portaba aquel "gachó".

 

          Investigar aquel caso

unos días nos llevó,

se llamaba gabardina

lo que tanto nos chocó.

 

      Le llaman "americano"

al tranquilo pescador

y la gabardina blanca

en la Argentina compró.

 

      No podía imaginarse

lo que el Nicanor y yo

teníamos en la mente

para quitarle el ropón.

 

      En la "Peña Palomera",

en su cueva, en un rincón

dejaba siempre la ropa 

cuando ya apretaba el sol.

 

      Un perrito que tenía

ladraba que era un primor

¡qué majito era aquel perro!

nuestras ideas... ¡mejor!

 

      Para sacar los rateles

el apuesto pescador

llevaba esta y horquilla

y del lugar se alejó.

 

      Yo me preparé una honda

como los de Manacor

y desde "Cabeza el Horno"

tiraba con gran furor.

 

      Silban al aire las piedras

como balas de cañón;

perrito y amo se marchan 

abandonando el ropón.

 

      Hasta la "Charca del Dengue"

les obligué a bajar yo

el hombre miraba al cielo

como buscando razón.

 

      Desde la "Peña del Roto"

ya bajaba el Nicanor

y sin que nadie le viera,

la gabardina cogió.

 

      Y con ella bajo el brazo

el camino desandó

y en lo alto del "Caidero"

nos encontramos los dos.

 

      Sentados en unas piedras

se llegó a la conclusión

que mucho podía hacerse

con buena organización.

                  - III -

       Pasado "el Sestil Bajero"

y el "Vallejo Covaelagua"

entre pizorras y monte

nos plantamos en "la Lastra".

 

      En el más mínimo tiempo

la misión fue terminada

y buscamos al Teodoro

para tener coartada.

 

      A casa a comer nos fuimos;

aquí no ha pasado nada;

ovejas y gabardina

se han quedado en la tenada.

 

      Y por la tarde silbando

como aquél que paseaba,

fuimos a ver las ciruelas

que el Pedrito bien guardaba.

 

      Sólo nos bastó un vistazo

desde fuera de la tapia

para saber que la fruta

estaba madura y sana.  

 

      Sabíamos con certeza

que el Pedrito vigilaba

día y noche las ciruelas

con la pistola cargada.

 

 (1) "entre el Pico y el Cañón" Pico Navas y Cañón del Río Lobos

 

     Nos marchamos del peligro

con solución aclarada:

por dónde había que entrar

a las cuatro la mañana.

 

      Se hizo un boceto de plano

en nuestra mente avispada,

del lugar y sus contornos

para no fallarnos nada.

 

      Platicando sobre el tema

como de una gran batalla,

mi conmelitón y yo,

llegamos a la tenada.

 

      Soltamos a las ovejas,

la gabardina, allí estaba;

se la puso el Nicanor

bien parecía un fantasma;

 

y con los brazos en cruz

y las piernas separadas

era como un alma en pena

que a los vivos suplicara.

 

      Nos echamos a dormir

mirando la luna clara

esperando que las cuatro

de la mañana, llegaran.

 

      Nuestro reloj no era suizo,

ni siquiera de Alemania

las estrellas con su rumbo

las horas bien nos marcaban.

 

      "Las Cabrillas" ya salían,

"El Carro" ya se acostaba,

"Las Tres Marías" decían

que la hora se acercaba.

 

      Y nosotros sin pereza

y sin lavarnos la cara

llegamos a "La Ladera"

después de pasar "La Lastra".

                 - IV -

      En plan de aproximación

y sin ruido y escuchando

al objetivo previsto

nos íbamos acercando.

 

      Hice yo una descubierta

por los puntos acordados

por si el Pedrito se hallaba

con la pistola apuntando.

 

      Estaba todo tranquilo

lo que encontraba a mi paso

y al "Nica" comuniqué

empleando mi reclamo.

 

      Éste, sin pensarlo más,

viendo el campo despejado

saltó la tapia tranquilo

por el punto ya acordado;

 

y sin pérdida de tiempo

una vez llegado al árbol,

se pone la gabardina

que quitó al americano.

 

      Yo estaba en mi observatorio

por si acaso, vigilando

mientras el "Nica", de ciruelas

el zurrón iba llenando.

 

      Sale el Pedrito de casa,

y yo empleo mi reclamo;

pone los brazos en cruz

el que está encima del árbol;

 

al ver aquella figura,

sin moverse y todo blanco,

dio media vuelta y se fue

el Pedrito, solo hablando:

 

      __"Espera un poco, fantasma

o lo que seas, malvado

que voy a por la escopeta

que yo no estoy asustado"__

                 - V -

      ¡Vaya rapidez la nuestra

con aquellos pocos años,

saltábamos como corzos

por barbechos y sembrados!

 

      Veíamos por la noche

por estar acostumbrados,

como si fuera de día,

con nuestros ojos de gato.

 

      Y sin pensarlo dos veces

del lugar nos alejamos

para echar un trago de agua

en la Fuente los Milanos.

 

      Comentamos la aventura

tranquilos y sosegados

porque decía el Pedrito

que no había nacido guapo

 

que se saltara la tapia

y menos llegar al árbol,

ya que de día y de noche

siempre estaba preparado

 

con la pistola cargada

y la escopeta en la mano;

dispuesto a pegar dos tiros

al que encontrara robando

a sus queridas ciruelas

que él, había bien guardado.

               - VI -

      La aventura que aquí inserto

con esto se ha terminado;

la gabardina y ciruelas

fue un secreto bien guardado

para nosotros quedó

y con nadie comentamos.

 

                FIN    

  Ir arriba  

Pretendiendo hurtar un conejo

Donde se cuenta la extraña aventura que pasó con "El Zurdo de Rejas", al intentar quitarle un conejo

                   Autor: Pausilipo Oteo

      No digáis que esto es mentira

porque es verdad y no miento;

la historia que ahora relato

pasó en "Vallejo Concejo"

interviniendo conmigo

el Pedrito del Pañero.

 

      Estábamos de pastores

con ovejas y corderos

pacían por los Matones

la Jabiná y el Ricuenco.

 

      Al "tumbo" estamos jugando;

en algo hay que entretenernos,

así pasamos el rato

y con nadie nos metemos.

 

      También fue casualidad

que hacia nosotros derecho,

por el Camino del Burgo

venía "El Zurdo"

que tocaba de gaitero.

 

      Este señor es de Rejas,

nosotros le conocemos

por eso, cuando llegó

le dimos los días buenos.

 

      Charlamos de las ovejas

y también de los cencerros

y del macho que llevaba

le dijimos que era bueno.

 

      Iba a pie, no sé porqué;

y encima del aparejo

en las alforjas de lana

dice que lleva un conejo

para en Santa María,

mirar si puede venderlo.

 

      Yo, a mi amigo guiño el ojo

bien pronto nos entendemos

el de Rejas del ramal

lleva a su macho sujeto.

 

      Echamos a andar los tres

platicando sobre el tiempo

el Pedrito queda atrás

no se anda con miramientos:

mete la mano en la alforja,

saca de prisa el conejo;

no sabe lo que pasó

que se le cayó al suelo.

El macho, por no pisarlo

se paró casi en seco;

al no venir el ramal.

vuelve la vista El Gaitero...

   -"¡Cómo se puso -pardiez-

¡vaya genio!"-

          --"¿Qué veo ?

¿ése es mi conejo?

¡bandidos! ¡perros!"--

Y uniendo palabra al hecho, corre tras el Pedrito

que las patas le valieron.

      Yo, oía muchas voces

a pesar que estaba lejos.

Decía: "¡Te pillaré

aunque vaya hasta el desierto!"

 

      Al no poder alcanzar

al causante del jaleo

se puso como una fiera

perjurando y maldiciendo

 

      Empezó a lanzarle piedras

que del suelo iba cogiendo

¡Qué "sobaquillo" tenía !

parece que le estoy viendo.

 

      El Pedrito zigzagueando

volando, más que corriendo

las manos a la "chilustra"

se llevaba, cuando al viento

silbaban aquellos "gurrios"

alrededor de su cuerpo.

 

      La distancia se alargaba

se veía por momentos;

desistió de darle alcance

haciendo mil aspavientos.

 

      Llegó donde estaba el macho,

coge el conejo del suelo,

en las alforjas de lana,

cuando lo estaba metiendo

no paraba de decir:

"No había derecho a aquello"

 

      Yo por si acaso, me fui

a esconderme en un enebro,

no la liara conmigo

porque el hombre "estaba negro";

del berrinche que cogió

casi le falta el resuello

cuando yo le vi llegar...

¡"patitas para qué os quiero"!

 

      Se marchó refunfuñando

en un continuo lamento

le oía yo que decía.

     --"¡Sólo faltaría eso!

¡Después de toda la noche

poniendo lazos y cepos...

que vengan estos mocosos

y se lleven mi conejo!

¡Para que otra vez te fíes

de éstos que parecen buenos!"--

 

      Estos hombres del capote

son sencillotes y atentos

pero si alguno les toca

lo que de verdad es de ellos...

¡se defienden con tesón

sin escatimar los medios!

 

                   FIN

 

Gerona, Abril de 1.988

  Ir arriba  

Las bellezas de mi pueblo

(Donde se da cuenta de los lugares que pueden ser visitados en el término de Santa Mª de las Hoyas; en especial sus cuevas)

Autor:

Pausilipo Oteo Gómez

                      - I -

      Santa María de las Hoyas

pueblo de pan y resina;

también se cría en tus pastos

abundante proteína.

 

      En tu término se hallan

parajes llenos de vida

que yo con mi torpe pluma

quiero explicar de corrida

las maravillas que encierras

que son poco conocidas.

 

     En "La Muela del Castillo"

dice la arqueología

que en tiempos hubo allí un fuerte

que servía de vigía

para controlar la vega

de Orillares a Nafría.

 

      Hoy se conserva muy poco

de lo que allí había un día;

en el centro hay un gran pozo

que de cisterna servía

para recoger las aguas

cuando del cielo llovía.

 

      Por la parte de Poniente,

de defensa están las riscas;

los cimientos que hoy se ven

mirando hacia el medio día,

están hechos con mortero

fuertes, como roca viva.

 

      En la ladera "El Villar"

entre piedras bien unidas,

se han descubierto unas tumbas

de fecha desconocida;

en una, un hacha de sílex

por cabecera tenía.

 

      Se dio cuenta del hallazgo

a la Autoridad debida;

nadie las ha despertado

allí siguen bien dormidas.

                       - II -

      A los pies de la ladera

en una extensa solana

existió un pueblo de moros

que le llamaron Miranda.

 

      Los restos que allí se ven:

tejas rotas de sus casas;

tumbas en un terraplén

por el tiempo socavadas;

sólo la ermita está en pie

bellamente situada

en lo alto de un alcor

de forma redonda y plana

que lleva el nombre del pueblo

que un día allí se fundara;

y, desde Santa María,

por el cielo recortada,

se ve la ermita que hoy

por todos es venerada

y que siempre se ha llamado

Santo Cristo de Miranda.

                  - III -

      Si hacemos un recorrido

por el "Villar" a "la Lastra"

entre jabinas y pinos

llegamos a "Covalagua".

 

      Hoy es fácil ver la cueva

porque se entra a pata llana,

antes, había un horcón

por el cual siempre bajaban

los que tenían valor

y el peligro despreciaban,

para poder disfrutar

dentro de la inmensa sala

de las bellezas que hay

y contemplar su agua clara

que destilan las calizas

gota a gota continuada

que se recoge en pilitas

por ellas mismas formadas.

 

      Las pocas estalactitas

que se conservan intactas

están en lo alto del techo

expuestas a la mirada;

ya que el Hombre ha destruido

de forma discriminada

las que ha podido alcanzar

con palos, piedras o hachas.

 

      En el suelo están los restos

que los vándalos dejaban

después de seleccionar

las que más interesaban.

 

      En tiempos desapacibles

o llovizna continuada

en la cueva, los pastores

jugábamos a "la calva".

 

      El pan pasaba de mano

si aquel día no atinabas

el que ganaba, tranquilo

lo repartía a sus cabras;

no comiendo el perdedor

en toda aquella jornada.

     Ha salido a colación

esta historia ya pasada

para que vea el lector

la vida que se llevaba;

¡qué diferencia de hoy!

los pastores, ¡cómo fardan!

con su bota y transistor

y con coche se trasladan

por la mañana y la noche

de su casa a la tenada.

                   - IV -

      Atrás dejamos la gruta

y por el "sestil de Mangas"

se llega a las "Covatillas",

donde se dice que el Janda

entró por un pasadizo

con el fin de buscar agua;

regresó medio asustado,

nunca dijo por qué causa.

 

      No se sabe a que es debido 

pero siempre se relata

que las tormentas alí

son tan fragosas, que espantan;

los pinos de sus contornos

heridos del rayo se hallan

y dicen los entendidos

en estas cosas del agua

que debajo de las cuevas

hay corrientes subterráneas.

                  - V -

      Si se camina hacia el Norte,

dentro de un hoyón metida

la cueva "los Candalones"

encontramos enseguida.

 

      Es muy difícil entrar

y más, si cae llovizna

porque la tiera que hay

siempre está resbaladiza.

 

      He bajado un par de veces

con soga, atado y sin prisas;

el horcón por escalera

y agarrándome a las riscas.

 

     Cuando se ha llegado al suelo

da placer y da alegría

porque el ojo ,poco a poco

va viendo las maravillas 

que en los techos y paredes

ha formado día a día

la madre Naturaleza

entre la piedra caliza.

 

      La primera vez que entré

en la cueva referida

fue, acompañado de dos

amigos que yo tenía.

 

      El ovillo de bramante

y linternas con sus pilas

unas botas resistentes

es lo que más necesitas

si quieres salir airoso

por aquellas galerías.

Si soltaras el bramante

al volver te perderías

ya que un Dédalo parece

como el de la Creta antigua.

 

      Ora ves aquí un barranco,

ora otra cosa que admiras;

por doquier cuelgan del techo

formando mil figurillas

en una orgía danzante

un sinfín de estalactitas.

                   - VI -

      No hay noticia de persona

que haya llegado al final;

ni ver la puerta de bronce

que dicen que dentro hay.

 

      Desde tiempos de Viriato

pasando por el Islam,

de boca en boca ha llegado

-la puerta que hay que pasar,

tiene un letrero que dice:

"Entrarás, entrarás, pero no saldrás"

 

      La cerda con sus cerditos

que tanto ha dado que hablar,

dicen que es de oro macizo

como no se vio jamás;

y que dichos animales,

dentro de la sala están

esperando que alguien llegue

que se los quiera llevar.

 

      Así las generaciones,

van pasando sin cesar

transmitiéndose la voz

como si fuera un cantar:

"Para llegar al tesoro

el letrero hay que cruzar,

ése que dicen que dice:

"¡Entrarás, entrarás... 

                      pero no saldrás!" "

                                Continuará.......

                       FIN

Gerona, Marzo de 1.988

  Ir arriba  

 

Santo Cristo de Miranda

                                                     Autor: Pausilipo Oteo Gómez

 

 

 

Querida familia y en particular, mi sobrina 

Elena Ayuso Oteo

 

Te mando esta carta

con la poesía

del Bendito Cristo

de Santa María 

 

La inventé en Septiembre

por la mañanita

el día catorce

antes de ir a misa.

 

Estaba tranquilo

sin ninguna prisa

y sin más ni más

los versos salían.

 

A mi hermana Flora

le dije aquel día:

¿te parece bien?

Bien la parecía.

 

Sin pensarlo más

los copié en cuartilla

y hoy te los mando

querida sobrina

para que los leas

a ver tú, qué opinas.

 

    Santa María de las Hoyas

tiene la cuesta empinada

por donde se sube al Cristo

Santo Cristo de Miranda

    Es una ermita pequeña

toda pintada de blanco

donde Jesús sonriendo

a todos está esperando.

    En el día de su fiesta

alegres y bien vestidos

acompañando a la Virgen

la cuesta arriba subimos.

    Y con cánticos y bailes

pedimos siempre lo mismo

que no libre de los males

Señor Mío Jesucristo.

    Y aunque los años se pasan

y con ellos nuestras fuerzas

nuestra Fe sigue aumentando

más sincera y más completa.

    Todos los hijos del Pueblo

cuando llegan estas fechas

a Ti dirigen su vista

con amor y con fe ciega

    Y el 14 de Septiembre

como hijos bien queridos

subimos al Santo Cristo.

    Nos postramos a tus pies

con alegría sincera

por habernos conservado

un año más de existencia

    Y también todos pedimos

con Fe y sana consistencia

por nuestros seres queridos

que ya están en Tu Presencia.

    Ellos Te vieron igual,

como yo, donde yo miro

por eso me alegro mucho

y me consuelo a mí mismo.

    Nuestra pena se hace alegre

cantando Tu Gloria siempre

para que al año que viene

podamos venir a verte

    Y decirte una y mil veces

de rodillas a tus pies

nos arropes con tu manto

por siempre en la vida amén.

         

                 FIN

Gerona, 11 Octubre de 1.990

 

  Ir arriba  

El timo de la cartera

Donde se narra un suceso que demuestra cómo "el timo de la estampita" se practicaba antiguamente en las ferias. 

 

                        Autor: Pausilipo Oteo Gómez

      San Esteban de Gormaz

es un pueblo ribereño

con una vega feraz

que la baña el río Duero.

 

      El día once de Noviembre

desde inmemoriales tiempos

se celebra allí una feria

antes que llegue el invierno.

 

      Tratantes de blusas negras

y cachavita de fresno

afluyen de sus contornos

y también desde muy lejos.

 

      Tres días dura la feria;

lleno de gente está el pueblo,

unos con buena intención

otros emplean su ingenio

por ver si pueden hacerse,

con engaños, de lo ajeno.

 

      El Marianito, una vaca

lleva a cambiar por dinero

y después comprar un burro,

aunque no sea muy bueno,

para el transporte de leña

en los meses venideros.

 

      Los que tienen que vender

algún animal por viejo,

la noche anterior se juntan

y deciden al momento

quién arreará las reses

y cómo llevar el "pienso".

 

      La madre del Marianito

le preparó con cautela

una como carterita

atada con unas cuerdas

que rodeada a su cuello

comprobada y bien sujeta

debía llevarla siempre

como su fiel compañera

para meter los billetes

cuando la vaca vendiera.

 

      Al salir por la mañana,

en el umbral de la puerta

le dijo: "¡Hijo mío, no te fíes

ni de tu misma chaqueta.

 

      El Marianito contento,

como si fuera a una fiesta

silbando una cancioncilla,

camina entre los que arrean.

 

      Otros, van en sus caballos

llevando la impedimenta

para pasar esos días

que siempre dura la feria.

 

      Llevan mantas y comida

en pucheros y cazuelas

para arroparsen y comer

como buenamente puedan.

 

      No hay posada para todos,

imposible que así sea

ya que el pueblo es muy pequeño

para la gente que llega.

 

      Sobre las doce del día

arribaron a la feria

unos, quedan con las reses

otros, al pueblo se llegan

a buscar alojamiento

porque las noches son frescas.

 

      Han encontrado un casillo

donde guardan ovejas

y conciertan con el dueño

con regateos y quejas

cuánto costará la estancia

los tres días de la feria.

 

      Mientras tanto en el ferial

un tratante de Vinuesa,

al Marianito, la vaca

le compra y le da las "perras".

Y sin pérdida de tiempo

las mete en la bolsa aquella

que su madre preparó

para evitar que las pierda.

 

      Mirando comprar el burro

va por allí dando vueltas

no le ha gustado ninguno

y se dice al fin de cuentas,

que se marcha por el pueblo

a buscar la impedimenta.

 

      En una calle estrechita

de las que abundan por fuera

a un señor que va delante

se le cae una cartera;

presuroso el Marianito

se agacha al suelo a cogerla;

otro que viene detrás,

le chista con gran cautela

diciendo no diga nada,

con aspavientos y señas.

 

      Quieto queda el Marianito

mientras el otro se acerca

y le dice muy bajito:

"-Esta cartera es bien nuestra-"

      "-¿Tiene mucho?-"

      "-¡Déjeme que pueda verla!-"

y el bueno del Marianito

por las buenas se la entrega.

      "-¡Cuántos billetes!... ¿Los ves?

 (parece se los enseña)

      "- toma, toma, guárdela

esto es una gran riqueza -"

 

      Como autómata obedece

y en el bolso la chaqueta

la guarda con gran cuidado

como si sagrada fuera.

 

      El "listo", sigue diciendo:

      -" ¡Vámonos a aquellas huertas,

nada hay que decir a nadie,

lo repartimos a medias! "-

 

      En un tobogán sin fondo

el Marianito se encuentra,

no habla ni una palabra,

sólo en la cartera piensa.

 

      Iban andando en silencio

por las estrechas callejas

hasta que el "listo" se para,

se echa mano a la cabeza

como si algo se olvidara

o que entonces se recuerda

de alguna cosa importante

que tiene que ir por fuerza.

 

      -" ¡Qué tonto soy!.

no me acordaba siquiera

que un gran amigo de Soria

me está esperando en la feria...

 

     Yo me tengo que marchar;

es un acto de conciencia.

Lo podemos arreglar

de la siguiente manera:

Deme el dinero que lleve

y yo le doy mi tarjeta

y después que bien lo cuente

lo que hay en la cartera,

esta noche echamos cuentas

donde ponen estas señas"-

 

      -" Llevo poco" -

      -"¿Cuánto?"

      -"Tres mil doscientas pesetas"-

      -"¡Es igual! ¡démelas!

no se preocupe por ellas

que en la cartera que tiene

hay muchísimas como éstas!" -

 

      El Marianito asustado

obedece con presteza,

llevando la mano al cuello

tarde de encontrar la cuerda.

por fin, medio suspirando

saca la bolsita afuera,

echa mano a los billetes

y con cara lastimera,

mirándolos embobado

al truhán se los entrega.

 

      Antes de marcharse éste

una vez más recomienda:

      -"¡Cuénte Vd. bien los billetes

y después, cuando anochezca

se viene a la "Fonda Ruiz"

y me da la diferencia.

                   - III -

      Mientras el otro se marcha

le despide con la mano,

se acuerda de los billetes

que con él se va llevando.

 

      Al principio, caminaba;

más tarde, aligera el paso;

después, se pone a correr

y al final, como volando.

 

      No le gusta al Marianito

con la prisa que ha marchado

pero para él se dice:

      -"¡Qué hombre más confiado!

Sin conocerme ni nada

el dinero que ha dejado

en la abultada cartera

para después de contarlo

le lleve la diferencia

a las señas que me ha dado"-

 

      Queda solo el Marianito

a la cartera palpando:

-"¡Pues sí, la llevo;

voy allá abajo a contarlo"-

 

      Pero malos pensamientos

a su mente van llegando

que aumentan con persistencia

al tiempo que va pasando.

 

      Un sudor frío en la tarde

parece que está anunciando

que es imposible que pase

lo que a él le está pasando.

 

      No puede seguir más tiempo

a la duda soportando

y a la puerta de un casillo

que se encuentra abandonado

se pone a abrir la cartera,

por si lo que piensa es falso.

 

      No cree lo que está viendo

y febrilmente mirando

no encuentra más que papeles

que se hallan colocados

como si fueran billetes

salidos del mejor banco.

 

      Imposible describir

el momento de aquel cuadro:

le están temblando las piernas

y le tiritan las manos,

al mismo tiempo que busca

con ligereza de gamo

entre todos los papeles

algún billete olvidado.

 

      -"¡ Nada ! ¡Todo es inútil !"-

dice como sollozando;

y buscando la tarjeta

veloz como el mismo rayo

ha cambiado en un momento

y por su mente ha pasado

que sus queridos billetes

pueden ser recuperados.

 

      Recogidos los papeles

y la cartera guardando

el camino le desanda

con la tarjeta en la mano.

 

      Mira en las calles que pasa

como aquel que está buscando

su tesoro más querido

por ver si puede encontrarlo

 

      A un señor que por la calle

en sus casas va pensando

le pregunta presuroso

por la fonda "Ruiz Encabo".

 

      Amable y correcto el otro

con la mano ha señalado

al mismo tiempo que dice:

   -"Tuerza a la izquierda y al lado

se encontrará con la fonda

por la cual me ha preguntado"-

 

      El Marianito se marcha

corriendo, casi volando,

tanta prisa es la que lleva

que ni las gracias le ha dado.

 

      Llega a la fonda y remira

como aquél que está oteando

por ver si entre aquellos hombres

está el sujeto buscado.

 

      Se abre paso entre la gente

y hasta la barra ha llegado

y pregunta a un camarero

por el señor Ruiz Encabo.

 

      -"Soy el mismo. ¿Qué desea?"

      -"Vengo a este señor buscando,

ya que pone en la tarjeta

que aquí se halla hospedado"-

 

      Mientras el fondista está

a la tarjeta mirando

la cabeza va moviendo

ora a un lado, ora a otro lado

como queriendo decir

que todo aquello es falso.

 

      Por fin, se decide a hablar

al Marianito mirando

y le dice sin ambages

que el señor que va buscando

en su vida no le ha visto

y menos allí hospedado.

 

      ¡Qué sudores! ¡Qué suspiros

por doquier le van llegando!

Y no tiene más remedio,

aunque sea sólo un rato,

apoyarse en la baranda

totalmente mareado.

 

      Y la mujer del fondista

que todo lo está escuchando,

para que se reanime,

un vaso de agua le ha dado

y acercándose le dice:

     -"¡Díganos lo que ha pasado!"-

 

      Lo que pasó aquella tarde

a los dos va relatando

parecía un alma en pena

de ésas que tanto se ha hablado.

 

      Se encontraba el Marianito

muy triste y desconsolado

y entre suspiro y suspiro

cuenta todo sin reparo.

 

      El fondista y su mujer

después que le han escuchado

piensan los dos en lo mismo

y dicen que le ha timado.

 

      Nunca tal palabra oyó,

ni trató de averiguarlo;

le han quitado los billetes

y el hecho está consumado.

                   - IV -

      Y con un sencillo "¡Adiós!"

a los fondistas les deja

con sus pasos vacilantes

va por las calles estrechas

sin saber adonde ir

sólo en los billetes piensa.

 

      -"Con los del pueblo, ¡ni hablar!

¡Qué bochorno! ¡Qué vergüenza!

¡Me voy por esos barancos 

a donde nadie me vea!"-

 

      La noche se le echó encima

con la luna casi llena,

parecía que corría

entre nubes cenicientas.

 

      Y por la parte del norte

el cierzo sopla con fuerza;

ese viento del Urbión

que en las casas nos congrega

alrededor de una lumbre

con una fogata buena.

 

      A un montecillo llegó

el Marianito sin fuerzas

y al arrimo de un enebro

se pasó la noche en vela.

 

      El montón de pensamientos

que la  cabeza genera

bastaban para escribir

una bien triste historieta.

 

      Sólo pensar en su madre

cuando todo lo suopiera

era para desear

que le tragara la tierra.

 

      Ella, que antes de salir

le preparó con cautela

la bolsita atada al cuello

advirtiéndole con fuerza

que no la soltara nunca 

aunque la vida perdiera.

 

      Con el primer resplandor

anunciando el sol que llega,

se levantó soñoliento

y entumecidas las piernas.

 

      Empezó a andar sin saber

dónde sus pasos le llevan,

al mismo tiempo que iba

apretando la chaqueta

ateridito de frío

los dientes le castañean.

 

      Un buen rato caminó,

se puede decir que a ciegas,

pero no se equivocó

porque la leal querencia

le tiraba hacia su pueblo

aunque él no lo quisiera.

 

      Así llegó a la tenada

que la llaman de la "Onseca";

se escondía de la gente,

no quería que le vieran.

 

      Pronto preparó una cama

con hierbas y ramas secas

y haciéndose un ovillito

se pasó las horas muertas;

sin comer y sin beber

deseando se muriera.

                  - V -

      Ya se terminó la feria

ya todos vuelven a cas

nadie ha visto al Marianito

desde el día de llegada.

 

      El fardel con la comida

y la arrebujada manta

se lo entregan a su madre,

al tiempo que comentaban

que la vaca la vendió

misma tarde de llegada.

 

      Mil conjeturas se hacía

la gente toda asustada

cada uno a su manera

en lo más malo pensaban.

 

      unos, muerte repentina

otros, marchado de casa

el de más allá, que ahogado

o caído en una zanja,

y algunos más entendidos

hasta de secuestro hablaban.

 

      La noticia se extendió

por toda aquella comarca

y una batida se dio

por ver si se le encontraba.

 

      Por fin, llega la vanguardia

a revisar las tenadas,

los pastores le encontraron;

lamentable era su facha.

 

      Sin comer y sin beber

tres días así llevaba,

le montaron en un burro

y con él fueron a casa.

     Junto al amor de la lumbre

presente su madre estaba,

contó lo mejor que pudo

esta historia pre-citada.

              FIN

  Ir arriba  

La pistola y el cabrero

Donde se da cuenta puntualmente de cómo se le quitó la pistola al cabrero de Orillares y otras cosas dignas de mención

 Autor: Pausilipo Oteo Gómez

                   - I -

      Con ovejas y con cabras

yo pronto tuve que ir

porque mi hermano se fue

a la guerra a combatir.

 

      Aquel año treinta y seis

de zozobra y sustos mil,

se cambiaron muchos mozos

de la cachava al fusil.

 

      Y sin poder rechistar

el zurrón me tocó a mí

y por montes y barbechos

con el ganado me fui.

 

      Hay que ver las aventuras

que yo pasé por allí,

las buscaba muchas veces

para contarlas al fin.

                    - II -

      La historia que ahora relato aunque parezca ficción

se llevó a cabo y es cierta

cuando estaba de pastor.

 

      Planeada y pensada

por el Nicanor y yo,

entre el "Pico" y "Covalagua"

y el "Vallejo del Hoyón".

 

      Me llevaba a mí dos años,

el dicho conmelitón,

por eso el que allí mandaba

con acierto o sin razón

era, sin más comentarios,

el famoso Nicanor.

 

      Eran tiempos violentos

de huidos y desplazados

y hubo noche que se vio

entre el monte y los sembrados

alguno que le buscaban

o que se había escapado

de las garras de Falange

cuando iban a matarlo.

 

      Un día le dije al "Nica"

que había visto, medio oxidado,

un revólver, en mi casa

dentro de un cajón cerrado.

  -- "¡ Tráele !" --

me dijo sin más pensarlo.

 

      Durante todo aquel día

hablamos tendido y largo

llegando a la conclusión

que teníamos que "armarnos".

               - III -

      Llegamos a la tenada,

encerramos el ganado

y marchamos 

por "la Lastra", "El Castillo",

el de los Moros Cubillo

y los prados.

Casi en silencio está el pueblo

ya que están atareados

entre viejos y mujeres

en recoger los sembrados

y algún mozo que a la guerra,

todavía no han llamado.

                 - IV -

      Una vez llegado a casa

y sin que nadie me viera

al camarote me subo

por una endeble escalera

para coger el revólver

que en un cajón de madera,

envuelto con unos trapos

y atado con unas cuerdas,

había encontrado un día

rebuscando ropas viejas.

 

      Allí se encontraba el arma,

sólo me costó cogerla,

al principio, me pesaba

remordíame la conciencia;

daño, pensé que no hacía

nadie se acordaba de ella;

los tiempos lo requerían

y no hay que darle más vueltas.

 

      Los proyectiles se hallaban 

envueltos en una tela,

tantos yo no me esperaba

eran por lo menos treinta.

 

      todo lo envolví con trapos

que luego até con dos cuerdas;

con el bulto bien liado

bajé por las escaleras,

en el zurrón lo metí,

nadie yo vi que me viera.

 

      Por la tarde me marché

como siempre, a las ovejas,

al Nica me lo encontré

de espera en la "Fuente Vieja".

 

      - ¿Lo has traído? -

fue su palabra primera,

yo, asustado y cohibido

dije que sí, por señas.

 

      Si al Nica se le metía 

una cosa en la cabeza

no paraba noche y día

aunque empleara la fuerza

hasta que no conseguía

lo que quería su "testa".

                  - V -

      Por la senda del Castillo

llegamos hasta la Lastra

allí nos juramentamos;

de testigos: saltamontes y cigarras;

"que aunque no fuera la vida

nunca diríamos nada

de dónde había salido

la ya mencionada arma.

                 - VI -

      Por una casualidad

pocas veces repetida

nos enteramos un día

que en Orillares había

uno que guardaba cabras

que una pistola tenía.

 

      Y nuestra mente avispada

día y noche repetía:

"tenemos que ir a por ella

con coraje y valentía".

 

      Muchas propuestas hicimos

por ver cuál mejor sería:

cómo, cuándo y a qué hora

más descuidado estaría.

 

 

      Concretamos ir a ver

las costumbre que tenía,

cuando soltaba las cabras

y sitios que recorría.

 

      Pensábamos con acierto

que dar cuenta no podía

porque entonces, las pistolas

estaban intervenidas;

por lo tanto, aunque robada

callarse, más le valdría.

 

      En el "Cañón Río Lobos"

a la sombra de una umbría

dejamos a las ovejas

y por el "Quemado" arriba

"Valdelacalera" abajo

se llega a la "Muniquilla"

 

      En el "Monte del Baldío" 

nos metimos enseguida,

¡qué bien se va por la sombra,

cuando el sol está en su cima,

entre pinos bien reverdes

en un caluroso día!

 

      No dejábamos de hablar

de la aventura prevista

y más que dos pastorcillos

parecíamos ardillas

que evitan de pino en pino

las miradas imprevistas.

 

      Así, llegamos al sitio

a la hora requerida;

nos quedamos en un risco

que nos sirvió de guarida,

desde allí se ve Orillares,

sus contornos y salidas.

 

      Los minutos se pasaban 

con igual monotonía

esperando que el cabrero

por dónde y cuándo saldría.

 

      El astro Sol declinaba,

las cabras, nunca salían,

por fin, se oyó el cuerno lejos,

como el de Roldán un día,

anunciando que las cabras

los vecinos soltarían.

 

      Todo estaba ya previsto

y la forma convenida

que al quitarle la pistola

no se causaran heridas.

 

      Al unísono los dos

saltamos con alegría

porque el cabrero y las cabras

hacia nosotros venían.

 

      Se acercaba por momentos

silbando una cancioncilla.

El Nicanor, dijo: "¡Quieto!

No te muevas y vigila;

cambiémonos las chaquetas

que no me fío ni pizca

de este tío que es más listo

que Merlín y su cuadrilla"

 

      El cabrero se sentó

a la sombra de una encina

mientras las cabras alegres

de los chaparros comían.

 

      Llegó el momento esperado

planeado en tantos días,

todo estaba coordinado

con la estrategia precisa.

 

      Escondido yo quedé

sin nada perder de vista;

el Nicanor se levanta

puesta ya mi chaquetilla.

¡vaya tipejo más raro!

yo no sé que parecía

y, aunque no eran momentos

de alegría ni de risa,

me quedaba yo mirando

al verle en aquellas pintas

que llegado al objetivo,

el cabrero, qué diría.

 

      La navaja que llevaba,

de Albacete allí ponía,

con siete muelle contaba

cuando la hoja salía;

parecía bayoneta

de la fiel Infantería.

 

      Estaba en mi observatorio

sin nada perder de vista;

mi conmelitón llegó,

vio, actuó y vencía

a semejanza del César

en las batallas Alpinas.

 

      Una seña me bastó

con la cabeza movida

para saber, que la pistola

de mano cambiado había.

 

      Hablaba mi compañero

pero yo nada entendía,

se dirigía al cabrero

con las manos hacia arriba,

por fin, pude comprender

lo que éste al otro decía:

 

      "¡No te vayas de la lengua,

en ello te va la vida,

estate aquí quietito

sin volver atrás la vista

porque yo siempre he tenido

excelente puntería!"

 

      Del lugar nos alejamos

con ligereza de ardillas,

describimos un gran arco

por si alguien nos veía,

no fiándonos de nadie

ni de noche ni de día.

                - VII -

      Llegamos sin novedad

a nuestra querida Lastra,

nos sentíamos seguros

cada uno con un arma.

 

      La luna ya se veía

las estrellas se anunciaban

al Astro Rey esperamos

para tranquilos probarlas,

saber nuestra puntería

y también, dónde alcanzaban.

 

      Satisfechos nos quedamos

las pruebas realizadas;

ya todo se terminó

y aquí no ha pasado nada.

 

                  FIN

  Ir arriba  

      Filosofía en poesía

     El vivir en este mundo

si lo miras bien mirado,

qué más da vivir mil días

qué mas da vivir mil años;

 

si al final de la jornada

aunque no se quiera estamos

en la casa comunal

donde todo ha terminado.

 

     La Madre Naturaleza

más sabia que los Humanos

ha puesto una ley a todos:

que todos morir tengamos.

 

     Aquí no se escapa nadie:

ni reyes, patas, ni santos,

ni valen las influencias,

ni dádivas, ni regalos.

 

    

 

Allí se quedan los huesos

que han roído los gusanos

y todo se vuelve polvo

que al transcurso de los años...

como materia que es,

rodando por el espacio,

el viento se encarga solo

de juntarnos como hermanos.

 

     Por eso yo a todos doy

este consejo de sabios.

"vivir lo mejor posible

mientras la vida vivamos;

alejando las rencillas

que sólo dan malos ratos

y olvidarnos del reuma,

de la artrosis y los "callos""

 

                 FIN

        Gerona, 20 Septiembre de 1.993

 

    

     Oteo desde el otero

por ver si veo venir

por aquel largo sendero

la felicidad sin fin.

 

    Ya me canso de mirar

un día y otro al venir,

sólo polvo es lo que puedo

a lo lejos distinguir.

  "No mires más, que no viene"

-escucho a una voz decir-

"La felicidad que buscas,

la llevas dentro de ti".

 

          FIN

    Gerona, diciembre de 1.996

 

A los niños y niñas el Día de Reyes

     Ya vienen los Reyes

por el Arenal

traen muchas cosas

qué me traerán.

 

     Vienen del Oriente

anda que andarán

la Noche de reyes

me visitarán

 

     Yo pondré el zapato

en el ventanal

si soy bueno o malo

ellos lo dirán.

 

     Me voy a la cama;

empiezo a soñar

que ya están muy cerca

se les oye hablar.

 

     "El niño que dentro

de esta casa está,

siempre fue muy bueno"

-dice el Rey Gaspar-

     "Los deberes hace

con gran voluntad

y al cole contento

todos días va.

 

     También comió siempre

muy bien y sin dar

disgusto ninguno,

a papá y mamá".

 

     Y al Paje le dice

que a su lado está:

"Coge la escalera,

sube al ventanal.

 

    Mira a ver la carta

que escribió el chaval;

deja lo que pide

y un poquito más.

 

     Si se porta bien

y sigue formal

al año que viene

le traeremos más.

 

  Ir arriba  

Volver a Colaboraciones literarias                                     Ir a  Inicio