Obra Poética de Conrado Blanco

(2ª parte)

Al paso perezoso de la yunta

Noche de Castilla

Te quiero cantar

A Gabriel y Galán

El entierro

Decoración

¡Y me da mucha pena!

También yo lloré ayer

Y viste como Isabel

Pensamientos

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AL PASO PEREZOSO DE LA YUNTA

      El cielo lentamente descorría

sus tintas espesas de añil,

y momentos después ya lucía

clara y bella la luz del abril.

     Nació el alba, llegó el día,

se oyó al ave en su trinar

un derroche de armonías,

y todo empieza a tomar

ese sueño de profunda poesía,

ese sueño de profundo bienestar.

    Por la ancha y vetusta chimenea

sale el humo producido 

por el fuego del hogar:

y la gente buena y santa de la aldea

con su paso perezoso

ya se empieza a levantar.

     Juan-Miguel, mozo garrido,

profundo y sentimental,

el mejor de los carreros

desde que carros ha habido,

en el corazón herido

sale triste hacia el corral

y suspirando sus quejas,

quejas de profundas penas

que entristecen su vivir:

va sacando la pareja,

va poniendo las melenas

y acaba por fin de uncir.

    Entra en casa, no habla nada,

hoy sus ojos llorarán,

¡suspira! coge la aguijada...

y muerde un trozo de pan.

    Lleva el alma destrozada,

ya no está como antes junta

que se deshizo al llorar,

y sin rasgar su típica tonada

al paso perezoso de la yunta

empieza como siempre a caminar.

    ¡Ya se marcha!

ya ha cogido ese sendero

que conduce hasta la cumbre del pinar...

mas pregunto: ¿Qué le pasa hoy al carrero

que no entona como siempre su cantar?

¿qué le pasa que no silba reciamente?

que le pasa que en sus ojos brilla el llanto?

¿qué le pasa...

que la moza que a su paso ve en la fuente

en vez de mirarla como antes riente,

la mira cobarde... con ojos de espanto?

    ¿Qué le pasa al serrano carrero

que se pone triste si mira hacia atrás?

una voz me dice: escucha, poeta; sigue su sendero,

no le dejes solo, que así lo sabrás.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Le sigo:

el sol blandamente sus rayos desliza

besando el esmeralda del corpulento pino,

y mientas las aves con cantos y risas

inundan de encantos el verde camino.

    sonríen las flores, ríen las fontanas,

los cristalinos ríos, los frescos aguaceros,

las cumbres que pisa, las campiñas lejanas,

las tranquilas majadas del otero,

todo, ríe alegremente en la mañana,

¡la única tristeza! ¡la lleva el carrero!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 

    Al sitio del cargue la yunta ha llegado,

un profundo suspiro la yunta para,

y el carrero de entre el pecho robusto y encarnado

saca un retrato de muy linda cara,

su corazón de pasión se inflama,

lo mira, lo besa y tristemente llora,

mientras en la torre de la aldea lejana

la lengua broncínea y sonora

de la vieja campana...

anuncia una boda...

     ¿De quién es la boda? ¡Es de Ana María!,

la única novia que tuvo el carrero,

lo que más en el mundo él quería

y hoy se lo roban por un poco dinero;

y el carrero que es bueno,

el carrero que es santo

porque es castellano, ¡basta esta razón!

se enjuga el doliente y sincero llanto

y eleva a lo alto esta santa oración.

     Adiós, guapa Ana María,

la más pura y más lozana

de toda la serranía

de la sierra castellana.

      La que en los días festivos

luciendo tu saya maja

de terciopelos prendíos,

recibías los suspiros

de los mozos en la plaza.

     La que siempre en mí valías

como la más cara prenda...,

que ni tocarte quería

cuando ibas de romería

conmigo sola a Revenga

     Y aunque tu grande belleza

tal pasión en mí encendía;

y aunque paece que quería

quitarme a mí la nobleza

y a ti, guapa Ana María,

el cristal de tu pureza,

ya sabes que yo vencía

esa pasión tan ardiente

que el corazón me ha abrasao;

y antes, guapa Ana María,

como hombre "güeno" y honrao

quise perderte pa siempre

que tu honor haber manchao.

     ¡Pero vas a ser de otro, guapa Ana María,

la campana ya dobla tu unión,

la campana que nubla mi alegría

y anuncia mi muerte con su alegre son;

pero juro por el amor que te di,

por las flores que sembré en tu huerto,

por el honor que defendí,

que antes que vivir sin ti

prefiero separar mi cabeza del cuerpo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

     ¡Dejó caer una lágrima al suelo,

y muy rápidamente

se santiguó mirando al cielo

y besó a los bueyes en su franca frente!

se tumbó sobre el carro, y suplicante

¡miró a lo alto con mirada santa!

¡y con un cuchillo de acero muy cortante

se atravesó de un solo golpe la garganta!

    Ni un gemido salió de aquella herida

que me llenó de inconfundible espanto,

y al mirarle, talmente parecía

la cara bendita de un santo

con sangre de amor esculpida.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

      El sol se nubló rápidamente,

las aves dejaron de cantar

y el agua cristalina de la fuente

que riega la alfombra del pinar,

corría, corría mansamente

sin atreverse a murmurar.

    Y los arroyos que se deslizaban

ha poco muy despacio hacia el Arlanza,

corrían, corrían y gritaban

pidiendo venganza;

la tierna zagala no reía,

suspiraban los viejos pastores

que saben lo que es una herida

de viejos amores,

y en la verde pradera de la Guía

secábanse las flores.

     ¡Y hasta los gaiteros que llamaron,

y que para tocar en la boda vinieron,

cual si Dios lo hiciese, no tocaron

que enfermos los tres se pusieron:

ya todo mostraba tristeza,

ya nada mostraba alegría,

que hasta del monte

su inmensa belleza,

con profunda queja

el cielo nublado escondía;

y el día corría, corría...

la noche empezaba a llegar,

y nada sobre ella se veía...

¡que la luna no quiso alumbrar!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

     ¡Y así, toda la tristeza junta,

en silencio empezaba a rezar,

por el que al paso perezoso de la yunta

supo al amor de su vida consagrar!

 

NOCHE DE CASTILLA

     La noche de invierno, sin luna ni estrellas

reune a los viejos allá en la casilla:

cae lenta la nieve, que cubre las huellas

de los que labraron la parda Castilla.

   De aquellos ancianos que se reunían

como castellanos nobles amigos

y en aquellas noches sólo discutían

de yeros, cebadas, avenas y trigos.

   Unos comentaban nubados pasados,

otros recordaban terribles sequías,

y todos, lloraban perdidos ganados,

pedriscos, pesares

que siempre dejaron a humildes hogares

sin pan ni alegrías.

 Así recordando lloró el más anciano;

y cuando su mano secaba su llanto,

llanto de chiquillo,

sonó muy lejana

la vieja campana

del viejo castillo.

    ¡Qué triste es su acento!

Parece un gemido que nos trae el viento.

La vieja campana

que suena lejana,

une su lamento al de los ancianos

que, con emoción,

elevan sus manos,

señalan la cruz

y musitan leves devota oración.

¡Sin flores el campo! ¡El cielo sin luz!

 

A GABRIEL Y GALÁN

      De tu pensamiento brota esta nostalgia,

ella busca el eco de tu excelsa voz,

en la lira dulce de inmensa fragancia

que sin poda alguna, fue buscando a Dios.

      Ella a mucho tiempo, vive con tu idea,

con la idea buena que forjó el hogar...

que cantó tus versos con sabor de aldea,

que cantó tu vida con limpio cantar.

      Pero mi nostalgia, que es nostalgia de oro,

viendo se retrasa lo que tú has cantado,

tiene ya un consuelo, ¡Divino tesoro!...

que en tu verso manso se ha inmortalizado.

      Y cuando contemplo que el tiempo desliza

sin tener hogar en mi soñada aldea,

no me causa espanto verlo tan deprisa:

que antes lo imposible de mi primavera

sé decir a mi alma, con tu voz sumisa

¿Dios así lo quiso? Pues ¡bendito sea!

 

TE QUIERO CANTAR

      Florida, verdosa, lozana pradera,

que sirves de margen al verde pinar,

con lentos compases mi alma sincera,

verdosa pradera, te viene a cantar.

     Pradera en que sueñan querer los amantes

respirando esencias de tus lindas flores,

y cuando el cielo prende sus diamantes

finges otro cielo con sus mil colores.

     Pradera cantada por viejos poetas

con dulces canciones que tienen sabor

de frescas sonrisas y suaves saetas,

con cantos de alondra y de ruiseñor.

     Sigue así risueña, florida pradera,

sirviendo de margen al verde pinar;

que al llegar tu vida que es la primavera,

con lentas cadencias mi alma sincera,

florida pradera, te habrá de cantar.

 

EL ENTIERRO

     Por la triste calleja aldeana

lentamente el entierro va pasando;

sólo se oye el gemir de la campana

y el rezar que la gente va llorando.

     _¡ Son diez años!_ murmura una vieja_,

diez años tan guapos como el mismo sol...

la tarde acabando suspira y se queja...

y mientras, oscila la luz del farol.

      Las cuatro paredes y la cruz de hierro

las borra la noche con su oscuro manto.

y a la luz de las velas va entrando el entierro

en el silencioso y triste camposanto.

      Las dos hermanitas depositan flores

en el lecho eterno de su amada hermana:

suenan hondos besos, mientras los clamores

en la vieja torre dice la campana.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

      Arriba en lo alto una nube se inflama,

deshace en silencio su líquido velo,

caen menudas gotas... y la gente exclama:

      ¡Ya siente la noche! ¡¡Ya ha llorado el cielo!!

 

DECORACION

Es el atardecer de un bello día,

el sol se oculta ya hacia su poniente,

la noche con su suave poesía

entre sombras se siente,

lo mismo que se siente la armonía

del cristal de un fuente.

Abajo, sobre el fondo

muy lejano pasa un río,

amplio y hondo,

suave y frío.

Más arriba, abruptas peñas

color ocre y ambarino,

junto a secas muertas leñas

de un gigante y raro pino

Más allá se eleva un haya

donde empieza espeso el monte,

más allá... ¡todo se calla!...

que está solo el horizonte

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

Ya la noche ha coronado

con su tétrico telón

y las sombras han borrado...

¡la bella decoración!

FIN

¡Y ME DA MUCHA PENA!

   Si la dejas llegar a esta casa,

yo te juro, madre,

que me planto en la puerta y no pasa:

te cuadre o no te cuadre;

que mi hermana ya no es hija tuya,

que dejó de serlo cuado se marchó

y la culpa negra de la mancha suya

pa mayor desgracia la hi pagao yo.

      Que han sío seis años pasaos a la sombra

suspiro tras suspiro y queja tras queja,

sin más distracciones pa mi pena honda

que mirar la luz tra la estrecha reja;

que estoy recordando cuando entre los mozos

con mis propias garras maté al criminal,

y si me la pones delante los ojos

temo que con ella pueda hacer igual.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

     Déjala que viva, déjala marchar,

vuelve, madre, a vivir como ayer;

que en la oscura cárcel aprendí a llorar,

¡y me da mucha pena... tener que volver!

 

 

                    ______________

 

                  ayer__________________

 

¡También yo lloré ayer!

Comprendo que tu pena es honda,

pero fue por tu querer;

hoy no puedo lavar tu deshonra...

sigue llorando, mujer!

 

 

 

 

 

Y VISTE COMO ISABEL

      Serrana de Quintanar,

la de los largos cabellos,

la del humilde mirar

con ojos grandes y bellos;

la de la cara morena,

la de los labios de grana

la de la sonrisa buena.,

porque es sonrisa serrana;

la del cuello ardiente y rojo,

como sangre de honda herida

la que tienes loco a un mozo

que por ti diera la vida.

       La que esbelta cual palmera

que crece al lado de un río

está alegre en primavera

y está triste en el tardío.

Tú, que en estas serranías

haces vivir armonías

que heredaste de tu raza,

quítate esas porquerías

¡y corre a vestirte a casa

con lo que antes te vestías!  

        Y di a tus padres, que quieren

 con seda y lujo adornarte

buscando así un gran señor;

¡que contigo no naveguen,

que es peligroso cambiarte

 de mar y rumbo el amor!

       Que si ellos felices fueron

sembrando el pan que comieron

y el que a ti te alimentó,

igual que ellos lo sembraron

y como ellos lo arrancaron

lo arrancaremos tú y yo.

      Pero vete pronto a casa,

vete a ponerte esa falda

de humilde y limpio percal,

que cuando con ella pasas

al campo, a la luz del alba,

me pareces celestial; 

y ponte charros pendientes,

y quítate esos anillos

 

que yo desharé en mil trozos;

que son falsos esos brillos, 

y hasta las perlas de oriente

tienen celos de tus ojos.

       Vístete así, serranita,

deja ese lujo banal

 que no hay rosa más bonita

que una rosa al natural.

         Y, una rosa como tú,

nacida para adornarla

con los más santos amores,

es ridículo adornarla

con papeles de colores.

         Vuelve a tu vida de ayer,

y en que ésa  sea mañana

cifra tú todo tu afán:

que es muy bello ser mujer,

pero mujer... como “El Ama”

del buen Gabriel y Galán.

        Verás así que dichosos

Nos sentiremos los dos

Al comer el pan sabroso

Que gana el honrado esposo

con el ayuda de Dios. "

        Verás cuando en primavera

a la del alba partamos

camino la sementera

que los dos juntos sembramos,

qué felices nos sentimos

al ver el trigo crecer,

y verás cómo vivimos

densa vida de placer.

 

       Y oirás la canción sentida

con que pájaros cercanos

anuncian la fértil vida

de nuestros campos serranos.

     Y verás desde la altura

los rojos rayos solares

mandar con paz y dulzura

calor para tu llanura

y luz para tus pinares.

 

       Y tras penas endulzadas

por tiernas coplas cantadas,

se convertirá el tesoro

de nuestras tierras labradas

en maduros mares de oro.

        Oro que las arcas llena

representando un sudor

un trabajo y una pena

que en él dejó el sembrador;

pero que quita otra pena

que por ser de hambre es mayor.

        Ya verás cuantas canciones

a la orilla del Arlanza,

despertándonos pasiones

nos cantará su agua mansa.

        Ya verás esa mañana

de alegre luz otoñal.

qué dicha hay en la fontana

que bajo el verde brezal

con voz mimosa declama

un sentido madrigal;

y cómo su agua ambarina

por cima el césped verdoso

cantara una sonatina

con suave acento mimoso.

       Y ante ti, cantará todo

lo existente en nuestra tierra;

que hay de liras un tesoro

que hacen sonora a la Sierra.

        Conque ya sabes, serrana;

y además de la mañana

te cantará este poeta

con aquél sentido acento

que deja a merced del viento

cuando tu dicha es completa.

     Pero vete pronto a casa,

corre ya, que el tiempo pasa,

y quítate esos pendientes

y esos trapos relucientes

que pone en duda las famas;

vete ya, flor del vergel

a vestir como Isabel...

puesto que Isabel te llamas.

 

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